lunes, febrero 13, 2006

Una nota filológica sobre Crispania

Ahora que nuestro valiente corresponsal Vespinoza (de ingenio digno de un filósofo panteísta y de rapidez digna a sus vez de un artilugio motorizado estable sobre dos ruedas) parte hacia Crispania a recabar información, aprovecho para poner esta nota sobre el nombre del Estado de Crispania.

En opinión de algunos historiadores y estudiosos el nombre puede derivar de la expresión griega xrispós, χρισπος, que procedería de un oscuro dialecto dálmata y significaría “el ungulado”. Los comerciantes griegos aplicaron esta denominación a los recios -y crispados- nativos de este país recóndito debido a su creencia en que vivían sobre la piel de un gran rumiante ungulado cornilargo, de manera parecida a bellos ejemplares del suborden ixodida, nutridos por la tierra patria, su hogar, su sostén y su mundo entero. La adoración o el uso de ritos con estos animales era común en todo el Mediterráneo, pero la idiosincrasia crispañola se manifiesta espectacularmente en la forma que toman sus ritos de adoración, ritos que todavía sobreviven hoy en día y se llevan a cabo en lugares públicos.

Restos de este mito fundacional aún subsisten en la cultura popular crispañola, en expresiones como la popular cancioncilla “ungulado valiente, calza botines et non va descalzo o puede verse en los monumentos funerarios antaño construidos al lado de vías transitadas, conocidos como los “ungulata osbornii” entre los estudiosos de la historia crispañola (actualmente quedan pocos en pie, ungulados, que no estudiosos) y se sospecha que servían de conmemoración a las grandes gestas de ingesta alcohólica y de memorial a los caídos en tal hazaña.

Locke

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