jueves, julio 13, 2006

Mi gato creacionista

Verás Chewie, --explico a mi gato con el tono más paciente que soy capaz de adoptar-- eres un felino y no tienes por qué avergonzarte. Esa costumbre tuya tan molesta de esconderte detrás de un mueble y emboscar a los invitados es el legado de millones de años de historia evolutiva. Tus ancestros ya cazaban herbivoros cuando los humanos arrastrábamos los nudillos por el suelo. No es crueldad lo que te hace llevar ratones destripados a los vecinos, es la herencia de tus antepasados. La selección natural te ha moldeado como eres para convertirte en el carnívoro perfecto y por eso nunca dudas antes, ni tienes remordimientos después de matar a un pajarillo inocente. Es tu naturaleza y no puedes, no debes, rebelarte contra ella. Los felinos, grandes o pequeños sois cazadores y nada puede cambiar eso. Eres nieto de los grandes depredadores de la sabana como atestiguan esas garras y colmillos que tan bien sabes utilizar. Entierras tus heces de forma instintiva para que las presas de la zona no huyan ante el olor penetrante de los aminoácidos sulfurados en que has convertido a sus congéneres. ¿No te has preguntado por qué los huesos de tus patas delanteras están desconectados del resto del esqueleto? Es porque tu cintura escapular está diseñada como un amortiguador. Un mecanismo que absorbe el impacto de la caída cuando te zambulles desde lo alto sobre los pequeños roedores. Son rápidos, los malditos roedores. Rápidos y listos, pero tú lo eres más. Y no te importa lo que digan esos estúpidos dibujos animados pagados por el lobby murino.

Las horas que pasas delante del espejo del dormitorio te habrán enseñado todo eso y no hace falta que te lo repita una vez más. Por eso comes un pienso hecho con carne de buey, porque la docilidad de los herbívoros invita a que se los coman. Todos tenemos un lugar en la pirámide trófica, y el tuyo está arriba. ¡Ruge desde la cúspide!. Hazles saber que están ahí para ser comidos, que tenerte miedo es lo que da sentido a sus vidas miserables. Hoy, que se ha acabado tu pienso, debes comer jamón. Porque tiene esas deliciosas proteínas que te ofrecen los animales sacrificados. Porque este taco de jamón york huele a la sangre y al miedo de un cerdo cobarde. Mmmm...¡Que rico el jamón!

Pero no hay manera, el puñetero minino solo come espárragos, y no me queda ni una lata.

Demóstoles,
Solitario defensor de la ley natural.

2 comentarios:

vespinoza dijo...

¡¡¡¡Doraemon bendito tienes un Asparagúsfago en casa!!!

Como mola el latín y sus sufijos

Anónimo dijo...

Cómprele pienso a su gato, gandul