Estamos de enhorabuena, e inmersos en un momento de gran alegría para todos los hombres de buena voluntad en la tierra: Tras la ejecución del tirano, ejércitos de voluntarios ayudan en las labores de desenterramiento de todas las víctimas en sus fosas comunes, que devueltas a la vida por el ritual de la justicia cumplida volverán juntos a los suyos. Este efecto de la justicia ya fue observado en su momento en Nuremberg, cuando tras la muerte de Kaltenbrunner y otros en 1946 los hornos de Birkenau empezaron a escupir sus víctimas a la vida, para regocijo de sus allegados. Este efecto, desgraciadamente, no se ha producido en otros países también presas de déspotas, como Camboya o Chile por el simple hecho de que tanto Pol-Pot como Pinochet murieron tranquilamente en sus camas. ¡Que diferente serían las cosas de haberles dado muerte mediante procedimiento judicial!
¿Cómo? ¿Que nada de eso es cierto? Pues entonces no entiendo para qué ejecutar a nadie, aun habiendo cometido crímenes terribles. Algún propósito constructivo y civilizado tendrá el asunto, ¿no? Tiene que tenerlo.
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