(...) SIETE millones de ciudadanos norteamericanos dicen creer que Elvis Presley está vivo. Otros muchos en todo el mundo sostienen a pies juntillas que ningún judío fue a trabajar en las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, avisados del designio satánico urdido por los nuevos sabios de los protocolos de Sión. En la red virtual circulan de nuevo las fotografías supuestamente trucadas del primer viaje a la Luna, sometido de nuevo a una irreductible epidemia de negacionismo. El libro de más éxito universal de los últimos años es una delirante novela sobre una trama secreta instalada desde la profundidad de los siglos en el seno de la Iglesia Católica, que deja en paños menores a las sociedades ocultas que Umberto Eco imaginó en la aguda parábola conspirativa de «El péndulo de Foucault». En un ámbito más garbancero, existen en España numerosos compatriotas convencidos de que Jesús Gil y Gil falsificó su muerte y vive cómodamente refugiado en Venezuela.
En una húmeda tarde otoñal sevillana, el escritor Antonio Muñoz Molina reflexionaba el miércoles sobre la necesidad colectiva de aferrarse a la paranoia como sucedáneo de unas ideologías aplastadas por el dominio masivo de la superficialidad cultural. La paranoia discurre por los cauces de la irracionalidad y aventa la sospecha como método discursivo, basándose en su sugestivo poder de persuasión. Una realidad prosaica jamás podrá competir en atractivo con la fascinación que ejerce en el subconsciente popular una conjetura bien adornada con la seductora apariencia de una conspiración. La sospecha, como la calumnia, tiene la ventaja de que no necesita ser demostrada; basta con que se abra paso a través de una maliciosa verosimilitud inducida.(...)
Léanlo completo que vale la pena aquí y se titula esoterismo y política
Vespinoza circulando por la derecha
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