La crónica sobre el primer congreso de medicina de vanguardia ha despertado el instinto cazador de nuestro ínclito sabueso Sherlock Locke, que rebuscando entre la historia del fraude nos rescata la asombrosa historia de Albert Abrams.
El señor Abrams decía ser médico por la universidad de Heidleberg pero variaba su fecha de licenciatura entre los 18 y los 20 años, probablemente por una incertidumbre cuántica. Tanta fue la incertidumbre que al final resultó no ser médico. Estoy seguro de que este detalle sin importancia fue esgrimido por sus envidiosos colegas para desprestigiar su gran descubrimiento: las ERA (Electronic Radiations of Abrams) y como los electrones eran el elemento básico de la vida. Este profundo conocimiento de la esencia vital le permitió construir el Dinomizador (Dynomizer), un portentoso aparato capaz de diagnosticar cualquier enfermedad a partir de una gota de sangre o una muestra de escritura del puño y letra del paciente. El siguiente paso en la fulgurante carrera de A.A. fue la invención del osciloclasta, que radiaba a distintas frecuencias para curar las enfermedades detectadas por el dinomizador, normalmente cáncer, diabetes o sífilis. Aquí es donde la malvada y oficialista American Medical Asociation, temiendo sin duda la amenaza que Abrams suponía para su negocio de la salud, se lanzó sobre él. Aprovecharon un caso de un señor que fué curado de un horrible cáncer con el oscilloclasta y unos días después se murió... de cáncer. Un solo caso entre miles de pacientes satisfechos ¿No es intolerable?
Por supuesto, muchos hombres ilustres salieron en defensa de tan insigne científico. Entre ellos el mismísimo Arthur Conan Doyle. La prensa sensacionalista se lanzó en seguida al olor de la sangre. La inmunda revista Scientific American conocida por estar vendida al establishment, inició una investigación con un discípulo de Abrams al que suministraron seis frascos con diversos patógenos para su identificación. El primer intento falló, porque los arteros redactores habían etiquetado los frascos con tinta roja que, como todo el mundo sabe, interfiere con la energía grafocuántica del dinomizador. Pero el Dr X, como llamaron al discípulo de Abrams, se dio cuenta enseguida de esta artimaña y pidió la repetición del experimento. Aún no sabemos como consiguieron que fallara una segunda vez. Esto fué el inicio de una auténtica guerra en la sección de cartas al director entre los científicos oficialistas y los honrados ciudadanos que habían sido curados por Abrams.
En otra burda maniobra, la AMA mandó una muestra de sangre a otro discípulo de Abrams que diagnosticó malaria, diabetes, cáncer y sífilis. La muestra resulto ser de un gallo pero ¿Alguien demostro que el gallo no tenía esas cuatro enfermedades? La cosa siguió así durante un tiempo y hubo un encendido debate entre los detractores de Abrams y los pacientes que no se dejaban engañar por todas estas hábiles manipulaciones cientificistas. Cuando empezaron las demandas por fraude, el pobre Abrams no pudo mas y murió de una pneumonía.
Ahora lean vds. el apartado de Moraterapia en el congresito de marras.
Locke y Demóstoles
PD: Como somos buena gente a pesar de la envidia que nos corroe, aprovechamos para felicitar a los doctores Morell y Melendez. ¡Feliz día del orgullo friki, muchachos! ¡Que la fuerza os acompañe!
1 comentario:
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