Hacía el famoso columnista un comentario acerca de la palabra optimización, una palabra que según él no existía, pues no venía en el diccionario. Luego seguía perorando sobre como la gente no paraba de usar esa palabra inexistente para acabar proponiendo crear el antónimo, pesimización. Eso último es lo que me hizo gracia, el resto me tocó las narices. Es verdad que en el diccionario de la RAE vigente por aquel entonces -la vigésimo primera edición- no venía optimizar. Si hubiera buscado un poco mejor, el señor Ussia habría encontrado optimación:
1. f. Acción y efecto de optimar.
2. f. Método matemático para determinar los valores de las variables que hacen máximo el rendimiento de un proceso o un sistema.
A esto, en su segunda acepción, me estaba dedicando yo por aquel entonces y en ello sigo. Esta segunda acepción, que yo estudíe en secundaria como optimización y ya aparecía en los libros como optimización, es la que inspiró el uso común de la palabra. Optimizar recursos consiste en hacer uso de los recursos de forma que el rendimiento -o el resultado- sea óptimo. Pero allí estaba este señor llenándose la boca con sus críticas a esos ignorantes que usaban esta palabra como si realmente existiera...
Hoy en día, la academia se ha dado cuenta de que la palabra optimización existe:
optimización:
1. f. Acción y efecto de optimizar.
optimizar:
1. tr. Buscar la mejor manera de realizar una actividad.
y que es sinónimo de optimar. Y el recurso del señor Ussia para desautorizar a todo aquel que usara la palabra por no venir en el DRAE ha quedado obsoleto. Además es un ejemplo de la falacia más usada de todos los tiempos: el argumento de autoridad. Por eso añado el involuntariamente humorístico comentario de Ussía a mi zoo de falacias al tiempo que ruego encarecidamente a la Real Academia que se de prisa en incorporar al diccionario todas aquellas palabras que se usan pero no están aún en sus archivos, como por ejemplo: columnlisto. Esto evitará que personas bienintencionadas pero carentes de criterio queden públicamente desautorizadas como le pasó hace tanto tiempo al señor Ussía.
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